-Las mañanas de domingo te levantas con una resaca increíble, el maquillaje corrido y el pelo enmarañado, pero es entonces, al mirarte al espejo cuando se te escapa una sonrisa, cuando te acuerdas de cómo la liaste, de la felicidad que impregnaba el aire, uno tras otro vas reviviendo momento a momento, sonrisa a sonrisa y te das cuenta de que sí, de que definitivamente esa semana ha valido la pena. Los madrugones de cada mañana, las clases interminables, la gilipollas de biología, las tardes empollando, los exámenes de cincuenta minutos, todo cobra sentido los viernes a las dos y veinte, cuando llega el fin de semana y empieza lo bueno.
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